Entrevista a Digna Farías: Trayectoria de una profesora normalista

24 de septiembre, 2025
Por Isabel León Soto

 

«La verdad es que Educación me ha tratado siempre muy bien y yo creo que también he tratado muy bien a Educación, porque es mi vocación»

Digna Farías Catalán nació en la comuna de San Pedro de Melipilla. Más tarde, su familia se trasladó a Rosario, en la Región de O’Higgins, donde vivió gran parte de su niñez y adolescencia. Creció en un entorno rural, donde desde niña cultivó su interés por la comunicación y muy pronto tuvo claro su mayor sueño: convertirse en profesora.

Tras sus días en el Colegio Familiar Agrícola de La Esmeralda, jugaba con su padre a interpretar ese rol. En esos momentos, él la proyectaba como la profesora que habría querido tener en su infancia y, con esa imagen, le transmitía valores que la acompañarían toda la vida. Digna también reunía a sus primos y hermanos para enseñarles a leer, improvisando sus primeras clases. Siempre tuvo la convicción de que la educación abre caminos más libres y permite desenvolverse con confianza en cualquier contexto.

Esa complicidad familiar y su temprano amor por la enseñanza marcaron el inicio de un camino que la llevaría a dedicar toda su vida a la docencia.

Tras realizar una nivelación en el Ministerio de Educación, ya que sus estudios iniciales eran de carácter agrícola, ingresó a la Escuela Normal Superior José Abelardo Núñez, en Santiago, donde se formó como profesora normalista con especialidad en psicología. Posteriormente, ejerció en diversas escuelas y liceos de la Región de O’Higgins, asumiendo también cargos directivos. Paralelamente, continuó perfeccionándose: realizó cursos de dirección en la Escuela Normal Santa Teresa y de jefatura de DAEM en el CPEIP, además de desempeñarse en la Fiscalía de la Seremi de Educación.

Con más de cinco décadas dedicadas a la enseñanza, Digna ha formado a generaciones enteras, dejando huella con su compromiso, cercanía y liderazgo. Hoy, a sus 77 años, continúa vinculada al mundo educativo, dirigiendo dos establecimientos —uno de Educación Parvularia y Básica, y otro de Educación de Adultos en los niveles de Educación Básica y Media—, además de acompañar a nuevos docentes con la misma pasión que la inspira desde sus inicios.

Como profesora normalista, ¿qué aprendizajes y experiencias de tu formación marcaron tu manera de entender la docencia y te han acompañado a lo largo de tu carrera?

D: Yo creo que lo que me ha acompañado siempre ha sido la gran vocación que tengo por los niños: el cariño y el corazón que laten con ellos. No tendría fuerzas para trabajar en otra cosa, porque siento que estoy hecha para esto. De verdad lo siento así.

Lo que más me marcó en mi formación fue todo lo que pude aprender y estudiar. Eso me dio herramientas para entregar tranquilidad, saber escuchar, estar presente en lo que corresponde y apoyar tanto a estudiantes como a los equipos docentes, reconociendo lo que se hace bien y acompañando en lo que se puede mejorar.

Para mí, ser docente significa tener un compromiso profundo con la enseñanza. La profesión es exigente y muchas veces se hace difícil sostener la tarea, sobre todo al inicio. Creo que ahí está el gran desafío: encontrar la conexión con los niños y niñas, porque ellos siempre están listos para aprender. Cuando un profesor logra guiarlos con paciencia, afecto y claridad, la relación educativa se vuelve transformadora.

La docencia, en definitiva, es una entrega total. Es entregar tiempo, cariño y dedicación, pero también es una forma de mirar a los estudiantes con respeto y confianza. Tiene que ver con cómo los tratamos, con la palabra que usamos y con la manera en que los motivamos. Para poder hacerlo, primero uno mismo tiene que quererse y valorar lo que tiene alrededor. Desde ahí, casi sin darse cuenta, se transmite ese mismo cuidado y afecto en la sala de clases.

Desde tu rol como profesora y actualmente directora, ¿qué acciones consideras fundamentales para apoyar a tu equipo docente y fortalecer su bienestar?

D: Creo que lo fundamental es ejercer un liderazgo cercano, que no sea algo impuesto o forzado, sino que nazca de la manera en que tratamos a las personas: con respeto, alegría y empatía. Ese estilo de liderazgo genera confianza y abre muchas puertas.

En el colegio procuramos siempre mantener un buen ambiente de convivencia y contar con un equipo directivo que acompañe y respalde las decisiones. Para mí es muy importante que los profesores y profesoras sientan que no están solos, que tienen apoyo y que hay un espacio de escucha disponible para ellos.

También buscamos que la capacitación sea constante y pertinente. Con la experiencia acumulada, tratamos de transmitir lo aprendido a los docentes más jóvenes, para que encuentren un grupo que los acoja y los integre. Esa mezcla de generaciones enriquece mucho al equipo y fortalece el trabajo en el aula.

Considero que el bienestar docente es fundamental: es la base de todo. Un profesor que se siente acompañado, valorado y con la seguridad de que su directora lo apoyará incluso cuando cometa un error, puede desempeñar con confianza su labor. Por eso creo que es tan importante no dejar caer a nadie, sino fortalecer y ayudar cuando lo necesiten. Esa es mi labor.

En tu experiencia, ¿cuáles son hoy los principales desafíos que enfrentan los docentes y educadores/as de párvulos que recién comienzan?

D: Creo que los y las docentes que recién comienzan llegan muy preparados en lo técnico y en el uso de nuevas tecnologías, pero con poca práctica en el trabajo cotidiano del aula. El gran desafío está en la convivencia y en el acompañamiento de los niños y niñas en situaciones concretas: el estudiante que llora, el que no quiere participar o el que necesita mayor apoyo para integrarse. Ese rol es inmenso y requiere mucha preparación práctica.

Por eso pienso que la formación inicial debería fortalecer aún más estos aspectos. La universidad debiera entregar no solo conocimientos, sino también experiencias que preparen a los futuros docentes para lo que realmente ocurre en la sala de clases.

Desde la dirección, lo que hacemos es apoyar a quienes recién se integran, especialmente a las educadoras de párvulos, asignándoles asistentes con experiencia que conocen bien la dinámica del curso. Eso les permite adaptarse con mayor seguridad y confianza.

En el caso de los profesores de básica, también procuramos que cuenten con apoyo. Disponemos de un espacio donde se organizan y preparan los materiales que necesitan, a cargo de una profesional que distribuye todo para que los docentes puedan concentrarse en la enseñanza.

En resumen, el desafío más grande para los nuevos profesores y profesoras es ganar experiencia práctica en la gestión del aula y en la convivencia escolar. Como equipo directivo, nuestra tarea es acompañarlos y entregarles todas las herramientas posibles para que puedan desarrollar su labor de la mejor manera, asegurando al mismo tiempo que todos los estudiantes tengan las mismas oportunidades.

Si pudieras darles un solo consejo para afrontar esos desafíos y cuidar su bienestar, ¿cuál sería?

D: El consejo que daría es que quienes de verdad quieren ser docentes tengan mucha fuerza. Los desafíos en el aula son muchos y, para enfrentarlos, es clave apoyarse en otros.

Por eso es importante ser abiertos con las jefaturas, confiar en el equipo directivo y técnico, y mantenerse siempre unidos a los colegas. Así es posible sobrellevar mejor las dificultades y lograr que el trabajo sea una experiencia positiva y enriquecedora, tanto para los docentes como para los estudiantes.

¿Hay algún libro que te gustaría recomendar?

D: Un libro que siempre recomiendo es El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Porque, para mí, él es un guerrero.

Otro libro que me marcó profundamente es Marianela, de Benito Pérez Galdós. Es la historia de una joven humilde que acompaña a Pablo, un muchacho ciego, mostrándole el mundo con ternura. Él llega a enamorarse de ella por su voz, sus palabras y su cariño. Pero los padres, al darse cuenta de ese afecto, lo animan a fijarse en su prima Florentina. Tras una operación que le devuelve la vista, le presentan a Florentina haciéndole creer que era Marianela. Sin embargo, al tomarle las manos descubre que no era su Nela, mientras ella, sintiéndose desplazada, huye y toma una decisión que la conduce a un desenlace trágico. Esta historia me enseñó que, con afecto y cariño, puedes robarle el corazón a otra persona.